Tokio blues, Haruki Murakami
Autora: Elvira Sastre
La calma del mar, la soledad del tiempo entre los pensamientos y el corazón, la belleza de la inmensidad...
“No tomaré nunca tu libertad, guárdala entera, no te pediré nada excepto tu compañía yo le cuidaré, le defenderé de usted, de usted misma (de sí misma) y también de mi misma. Me costará dolor, pero yo lo haré. Yo deseo no quedar viviendo (no vivir) muy lejos de ti.”
— Gabriela Mistral “cartas a Doris Dana”
“Y soy capaz de gritarte que te quiero mientras corro en la dirección contraria. Cualquiera te diría que no soy recomendable, y estaría en lo cierto.”
—Elvira Sastre
Respiro, sé que respiro. Pero intento imaginar que soy Aire y no esta prisión de carne que inhala y exhala.
“Es amándome como salgo de la oscuridad.”
—Todo lo que necesito existe ya en mí, Rupi Kaur
“I am tired of being a person. Not just tired of being the person I was, but any person at all. I like watching people, but I don’t like talking to them, dealing with them, pleasing them, or offending them. I am tired.”
— Susan Sontag, I, etcetera: Stories
Lunes, 9, 8 h
Noche de insomnio a pesar de que tomé diez pastillas. Lloré. Me odio más que nunca y odio mi cara y mi cuerpo pues los miro a través de sus ojos. Odio mi cara que no supo fascinarla.
Amo y no sé qué hacer. ¿Qué se hace en este mundo civilizado cuando se ama así?
Diario, enero de 1961 (Lumen, nueva edición 2013).
No tienes por qué hacer las cosas perfectas.
La perfección siempre cambia, la perfección evoluciona, la perfección se perfecciona.
Cuando crees que la conseguiste, ella está cada vez más arriba, y más arriba, y más arriba.
No tiene caso que te estreses por ella. Sólo disfruta de cada escalón, disfruta del ascender, pues será un ascender eterno. No tiene caso desesperarse por no alcanzar el final, pues en realidad no hay final.
Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estoqueado en la mitad del patio.
Rayuela, Julio Cortázar